*Estalactitas y estalagmitas, esculturas vivientes formadas durante miles de años bajo la tierra, reciben a los visitantes en un paraíso escondido del poblando llamado Tuxpanguillo
Miguel Ángel Contreras Mauss
Ixtaczoquitlán, Ver. – Un camino pintoresco, con serpenteantes curvas que revelan paisajes de neblina matutina, casas rurales y una sierra que invita a la contemplación desde un poblando llamado Tuxpanguillo.
En las entrañas de este lugar, entre veredas rodeadas de flora nativa, se llega a un universo oculto de piedra, agua y silencio ancestral: las Grutas de Galicia.
Su acceso es discreto, casi camuflado, entre la vegetación. Y al internarse, la luz del exterior se va desvaneciendo y da paso a un mundo subterráneo de estalactitas y estalagmitas que parecen esculturas vivientes, formadas durante miles de años por la lenta y constante filtración del agua.
Las formaciones rocosas adoptan figuras caprichosas, y al recorrer los pasillos naturales, el eco de los pasos se mezcla con el goteo incesante que habita las cavernas como una respiración lenta y profunda.
Visitar las Grutas de Galicia es una experiencia sensorial que obliga a detener el paso y observar. En el interior, el ambiente es fresco, la humedad se siente en la piel, y la oscuridad, iluminada apenas por linternas, genera una sensación de respeto.
Algunas galerías tienen nombres puestos por los guías de la comunidad, quienes se han encargado de preservar y compartir este patrimonio con un profundo sentido de orgullo local.
Para los habitantes de Tuxpanguillo, un pequeño pueblo rodeado de montañas, cafetales y vegetación exuberante de Ixtaczoquitlán, las grutas no son solo una atracción turística, sino un símbolo de identidad y herencia natural.
Hay que acceder con respeto, sin dejar basura ni alterar el entorno. La comunidad, en colaboración con jóvenes promotores del ecoturismo, ha comenzado a impulsar recorridos guiados y actividades sustentables que permiten conservar el lugar en condiciones óptimas.
Las Grutas de Galicia no tienen la fama de otros destinos turísticos, pero poseen algo más valioso: autenticidad. Quien las visita, se lleva no solo fotos o videos, sino una sensación de asombro profundo. Un encuentro con la naturaleza en su forma más pura, con la tierra hablando desde sus entrañas.